Este blog lo hemos dedicado a una de las parejas más polémica y conocida de España, Juana I de Castilla (Llamada la loca) y su marido Felipe el Hermoso. Con este blog os podréis informar de su historia, de su vida. Además de adaptaciones al cine o a la televisión, libros, vídeos etc..

miércoles, 2 de abril de 2014

Juana después de la muerte de Felipe

Juana I, la reina loca de Tordesillas

El 20 de diciembre de 1506, aproximadamente tres meses después de la muerte de su esposo, doña Juana se personó como era su costumbre en la Cartuja de Miraflores, aunque en esta ocasión no se conformó con ver el cadáver, sino que ordenó a sus servidores que realizaran los preparativos necesarios para trasladar los restos mortales de Felipe a Granada. Nadie fue capaz de negarse a cumplir sus deseos, ya que se temía que un disgusto pudiera adelantar el parto. Así ese mismo día se puso en marcha la comitiva, la cual viajando siempre por la noche llegó a la villa de Torquemada cuatro días más tarde. En Torquemada nació la infanta Catalina el 14 de febrero de 1507 y allí fue donde en un principio Juana decidió esperar a su padre, lejos de las presiones a las que se veía sometida en Burgos. No obstante, sin que sepamos por qué, a mediados del mes de abril la reina decidió partir, llegando el día 21 a Hornillos, donde recibió la noticia de que Fernando el Católico se encontraba de camino a Castilla. Durante esto meses la reina siguió celebrando misas fúnebres en memoria de su esposo. Además se había negado a viajar de día y había dado ordenes para que ninguna mujer se acercara al cadáver de Felipe, al igual que cuando éste vivía.
Finalmente el ansiado encuentro de Juana con su padre se produjo el 29 de agosto de 1507, e la villa de Tórtoles, donde la reina entregó el gobierno de Castilla a éste, que nada pudo hacer por corregir los extraños hábitos que había adquirido su hija, motivo por el cual dio su autorización para que se instalara en Arcos. La reina permaneció en Arcos durante algunos meses, aunque la falta de medios de la villa hizo necesario que su padre la convenciera para trasladarse, siempre de forma provisional a Tordesillas, alojamiento temporal que se convirtió en su última residencia.
Fernando el Católico controló prácticamente sin oposición el poder en Castilla hasta la fecha de su muerte. Mientras su hija Juana pasó a estar bajo la custodia de uno de los colaboradores de su padre, el aragonés Luis Ferrer, el cual se encargó de que la reina quedara completamente aislada del mundo exterior, sin que nada de lo que ocurría en el interior del palacio de Tordesillas trascendiera a la opinión pública. De este modo tan bien hizo su trabajo Ferrer, que apenas disponemos de datos sobre como transcurrió la vida de Juana durante estos años, aunque sabemos que se la prohibió terminantemente salir de su residencia y que su salud mental empeoró considerablemente. Dicho empeoramiento fue aprovechado hábilmente por el gobernador de Castilla, que acompañado de los personajes más importantes del reino visitó a su hija encontrándola en un estado lamentable, ya que ésta se negaba a lavarse, a cambiarse de ropa, dormía en el suelo y frecuentemente se negaba a comer.
Hubo que esperar a que se produjera la muerte del rey Católico para recibir nuevas noticias sobre el estado en que se encontraba la reina de Castilla. Así cuando el cardenal Cisneros asumió el poder, Ferrer tuvo que abandonar su cargo acusado de no haber intentado lograr que Juana se recuperara y de haber abusado de su autoridad. Pero no podemos olvidar que Cisneros conocía de primera mano la situación de doña Juana y aunque no confiaba en que fuera posible que se produjera su curación, con el fin de eliminar las suspicacias que su situación generaba, permitió a diferentes médicos que examinaran el caso de ésta, la cual al parecer tras recibir algunos cuidados experimentó una notable mejoría. No obstante el nuevo gobernador, Hernán Duque de Estrada y de Guzmán, a pesar de que fue más permisivo, en líneas generales cumplió el mismo cometido de su antecesor, ya que Juana permaneció ajena a cualquier acontecimiento acaecido más allá de los muros del palacio y ni siquiera fue informada de que se había producido la muerte de su padre.
La llegada de Carlos I a España en el año 1517 supuso un importante cambio en las condiciones de vida de la reina castellana, ya que su hijo, sobre todo tras el estallido de la sublevación comunera, no sólo se mostró interesado en aislar a su madre, como ya había hecho Cisneros y su abuelo, sino que además debido al modo irregular en que llegó al poder, hizo todo lo posible para que fuera olvidada por todos. Así tras despedir a Hernán Duque de Estrada, nombró como gobernador de la Casa de doña Juana a un hombre de probada lealtad, don Bernardo Sandoval y Rojas, II marqués de Denia, el cual permaneció en este cargo desde el 15 de marzo de 1518 hasta la fecha de su muerte (1536), siendo sucedido por su hijo primogénito, don Luis, el cual utilizó el mismo título que su progenitor. Podemos afirmar que ambos duques ejercieron un control total sobre una Juana cada vez más indefensa, que como única arma recurría al ayuno para rebelarse. No hay duda sobre que nada se hizo porque Juana recuperara la cordura, ya que por el contrario se endurecieron sus condiciones de vida. Así no se la permitía recibir ningún tipo de visitas fuera del ámbito familiar, como tampoco se la dio autorización para que visitara la tumba de su esposo instalada en el convento de Santa Clara, por no mencionar que se llegó al extremo de prohibirla salir de sus aposentos, los cuales tenían que ser constantemente iluminados con velas, ya que no tenían ventanas. Así tan sólo en una ocasión pudo salir Juana del palacio, por causa de un brote de peste que hizo temer por su salud, aunque esta salida fue controlada en todo momento por el marqués de Denia y tan sólo duró unos pocos días.
Mención a parte merece la única oportunidad real que tuvo Juana para sacudirse la autoridad tanto de su carcelero, como de su hijo, en 38 años, que no es otra que el levantamiento comunero, ya que éstos desde el principio se mostraron partidarios de restaurar el poder de la reina legítima. Carlos I había logrado que las cortes castellanas le reconocieran como rey antes de la muerte de su madre, situación claramente irregular, aunque ésta cuando vio por primera vez a su hijo, tras los largos años que habían estado separados, aceptó que este ejerciera el poder en su nombre. Así, aunque en un principio Juana se mostró aliviada tras la huida del marqués de Denia y apoyó verbalmente las aspiraciones de los comuneros, que se instalaron junto a ella en Tordesillas, se negó a firmar cualquier documento que pudiera indisponerla con Carlos V, decisión en la que se mantuvo firme a pesar de las numerosas presiones que se ejercieron sobe ella en este sentido. De este modo nunca más volvió a tener una oportunidad semejante, ya que Carlos V dio ordenes tajantes al marqués de Denia, para que fuera todo lo estricto que fuera necesario, otorgándole para ello libertad absoluta para disponer lo más conveniente en cada momento.
Por último parece importante señalar que la monótona vida que llevó Juana en Tordesillas sólo se vio interrumpida por las escasas visitas que recibió de sus familiares y sobre todo por la marcha de la infanta Catalina, la única de sus hijos que se crió junto a ella y de la que habían intentado separarla en 1518, para que la joven llevara una vida acorde con su posición. Aunque Juana por regla general apenas mostró interés por estas visitas, de las que posiblemente no tenía noticia hasta poco antes de la llegada del personaje en cuestión, podemos atestiguar momentos en los que ésta se alegró sinceramente de ver a sus familiares. Fue evidente la alegría que sintió cuando su hijo Carlos y su hija Leonor la visitaron por primera vez cuando llegaron a España, como también lo fue que disfrutó viendo bailar a sus nietos, el futuro Felipe II y María Manuela de Portugal, cuando estos acudieron a visitarla tras contraer matrimonio. De esta manera también es palpable la indiferencia que le provocó por regla general las visitas de Carlos V y la animadversión que sintió por su nieta Juana de Austria, seguramente por la belleza de ésta, ya que la misoginia acompañó la reina hasta su muerte.http://www.mcnbiografias.com/app-bio/do/show?key=juana-i-reina-de-castilla


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