Este blog lo hemos dedicado a una de las parejas más polémica y conocida de España, Juana I de Castilla (Llamada la loca) y su marido Felipe el Hermoso. Con este blog os podréis informar de su historia, de su vida. Además de adaptaciones al cine o a la televisión, libros, vídeos etc..

lunes, 5 de mayo de 2014

¿Estaba Juana realmente loca?

Si usted cree que esto de las conspiranoias es un invento de Internet se equivoca, en realidad la conspiranoia fue un invento mediático de la época de Felipe II y sus múltiples enemigos que inventaron aquello de “la leyenda negra” y que ha llegado hasta nuestros días con versiones ligeramente retocadas.

Una de las ideas conspiranoicas que mejores resultados ha dado al cine, a la novela, al ensayo y al imaginario popular es el destino de Juana I de Castilla conocida como “la loca” o también como “la de de Tordesillas” pues aquella villa fue su lugar de encierro durante 47 años, casi nada. Lo que todo el mundo sabe es que Juana se casó a los 16 años con Felipe el hermoso, un galán de película y austriaco para más señas, padre de una larga y desgraciada saga de reyes hispanos, un tipo algo montaraz que era conocido como “el hermoso” precisamente por su belleza varonil aunque la Juana no le andaba retrasada en belleza según dicen los cronistas. Al conocerse en Gante después de un accidentado viaje donde la princesa perdió todo su ajuar por el naufragio de algunas de sus naves se sintieron tan atraídos el uno por el otro que se casaron inmediatamente, quizá por aquello del extravío del ajuar. Lo cierto es que dio la impresión a todo el mundo que querían consumar el matrimonio “aquí te pillo aquí te mato”. Ni esperar pudieron a los boatos palaciegos cegados como estaban por la presencia del hermosura del otro, ni a aplazar aquella lujuria explosiva siempre mal vista entre dos jóvenes príncipes, Así eran ambos de impulsivos.

El caso es que Juana parece que le cogió gusto al “guaperas” asignado y no paraba de atosigarlo continuamente con sus exigencias eróticas, de modo que logró poco a poco aburrir al noble caballero que pro otra parte era un truhán aparte de ser un señor. Y comenzaron los celos y las escenas de celos, las persecuciones, espionajes y portazos seguidas de más y más demandas de sexo.

Lo cierto es que existen dos interpretaciones sobre la locura de Juana, la primera es la suposición de que Juana no estaba loca sino algo que era algo así como una víctima del machismo implacable no sólo de su marido sino de aquella época donde las mujeres pintaban muy poco. De esta sensibilidad es esta película española (de Vicente Aranda) reciente sobre el tema, aunque los múltiples pasajes y escenas que se muestran en ella son veraces la atmósfera de la misma permite entender -en clave ginecocéntrica, tan actual- que en realidad la reina no estaba loca sino emocionalmente perturbada por su amor y celos -bien fundados- hacia su esposo Felipe, llamado el Hermoso.

Según esta versión la locura de Juana tendría un origen pasional, “una locura de amor” al decir novelesco que más ha fructificado en la literatura. Su disadaptación procedería de una especie de estado emocional alterado por la pasión que sentía por su esposo y la decepción que éste le procuraba. No cabe duda de que esta idea cuenta con muchos partidarios y es en realidad la más poética y la más favorable a la ideología de género.

Pero es falsa.


Y lo es porque enloquecer de amor no es  una posibilidad. Antes al contrario es posible que ciertas personas se enamoren apasionada u obsesivamente por sus parejas movidos por su patología mental. Tampoco es posible enloquecer de celos, más bien parece que la celotipia de Juana era la expresión de su patología que ahora veremos mas en detalle. Baste con recordar que su madre Isabel I era también muy celosa (y con razones bien fundadas) y sin embargo no padecía ninguna celotipia. Ser celosa no le impidió gestos de generosidad con los hijos bastardos de su esposo y con su antigua amante catalana. Por otra parte es obvio que sus celos no interfirieron en su gobierno ni en su vida cotidiana, sufriría por ellos pero no había psicopatología alguna.

Todo lo contrario sucedió a Juana, sus continuos ataques de celos la llevaban a exigir que su marido viajara siempre con hombres y que ni a ella misma acompañara ninguna mujer en sus viajes, se aseguraba así mediante este mecanismo de descarte cualquier infidelidad. Los celos de Juana la impulsaban a actuar coherentemente con ellos, los celos normales de su madre no la llevaron a actuar. Esa es la diferencia entre los celos normales de las celotipias.

Naturalmente la hipótesis pasional tiene una contrapartida: la monomanía. ¿Era Juana una ninfómana?

Lo cierto es que la ninfomanía no existe aunque Lars Von Trier acabe de hacer una película sobre el tema de los “furores uterinos”, casi siempre de mujeres. Algo que tiene mas que ver con el imaginario masculino (la mujer devoradora de hombres) que de la realidad clínica. La idea se le ocurrió a Esquirol para el que existirían pasiones monotemáticas, siendo la ninfomanía una de ellas. Hoy la psiquiatría no admite esas pasiones de un solo tema y tienden a encuadrarlas en otras categorías abarcadoras. Por ejemplo hoy podemos hablar de promiscuidad en el contexto de un trastorno de personalidad donde la impulsividad sea el eje de torsión, tal y como vemos en el TLP (trastorno limite de la personalidad), pero el lugar común de estos “furores” eróticos es sin duda el estado maniaco por la desinhibición que procura. Hoy no hablaríamos pues de ninfomanía sino de estado maníaco.

Tanto Alonso Fernandez como Vallejo Najera, entre nosotros han escrito sobre la locura de Juana y han concluido que padeció una esquizofrenia. Llama la atención que hayan pasado por alto tanto los episodios maniacos de la reina (que nunca reinó) como sus episodios depresivos con claros matices estuporosos y psicóticos (es decir melancólicos). Me parece mejor documentada esta historia colgada en la web y que se debe a Beatriz Quintanilla.

Tal olvido de claros síntomas afectivos con los que la princesa debutó (aun antes de casarse con Felipe), señalan ante dos cuestiones: 1) la dificultad de emitir un diagnostico en clave histórica y 2) la dificultad que dos psiquiatras aun hoy  se pongan de acuerdo en un diagnostico.

El paradigma clínico y el histórico funden muy mal pues hay que basarse sobre todo en documentos históricos. Y un documento histórico no es una historia clínica sino observaciones de personas que no son exactamente médicos, ni conocen la terminología medica o psiquiátrica. No hay que decir que en aquella época no existía tal terminología y hemos de basarnos en descripciones de la conducta, algunas de ellas muy rigurosas, sobre todo después del encierro de Juana en Tordesillas donde permanecería recluida durante 47 años.

Claro que los informes durante su reclusión tienen poco interés psiquiátrico porque hoy sabemos gracias a Goffman que la reclusión por si misma es causa de patología mental y si a ello unimos el hecho del déficit cognitivo que las enfermedades mentales desarrollan sean esquizofrénicas o maniaco-depresivas, tenemos servido un cuadro clínico complejo, deteriorante y agravado por la muerte del rey Felipe y la negación de la misma y sobre todo por aquella reclusión forzada en Tordesillas que si bien aseguró su salud física (a juzgar por su supervivencia en aquel lugar), empeoró y empobreció su vida mental hasta el punto de que reconocidos psiquiatras llegan a la conclusión de que Juana tenia una esquizofrenia.

Una cuestión curiosa de las enfermedades mentales es que la cronicidad las iguala. No importa como se llegue a ese estado que llamamos cronicidad, una vez dentro, todas las cronicidades son iguales y mas parecidas entre sí, si además existe encierro y aislamiento.

Este parece ser el sesgo que llevó a Vallejo Najera y a Alonso Fernandez a catalogar a “la Loca” como esquizofrénica, quizá movidos por el “defecto” que presentó en sus últimos años en Tordesillas y a pesar de no haber presentado nunca síntomas de primer orden esquizofrénico, llegaron a ese diagnóstico forzados por el evidente tinte psicótico de sus síntomas. Pero minusvaloraron sus sintomas afectivos (mania y depresión).

Claro que también es posible que el diagnostico de trastorno esquizoafectivoaun no se hubiera abierto paso en los manuales de Psiquiatría. Se trata de algo bastante reciente: la coexistencia de síntomas psicóticos de la serieesquizo-like con la evolución típica (cíclica) de la psicosis maniaco-depresiva.

Mi conclusión es que Juana la loca estaba realmente loca y no fue una víctima del “machismo” de su época, ni sufrió un trastorno emocional causado por lo celos sino un trastorno esquizo-afectivo heredado de su abuela materna que curiosamente también sufrió reclusión y presentó un cuadro bastante similar negándose a admitir la muerte de sus seres queridos.


miércoles, 9 de abril de 2014

Es de libro

Las Ilustradas decidimos abrir este blog para participar en el concurso "Es de Libro" . Esperamos que hasta ahora toda la información que hemos ido poniendo os haya servido de ayuda en trabajos o simplemente haya saciado vuestra curiosidad.
Un saludo a todos nuestros historiadores.

Muerte y descendencia

ÚLTIMOS AÑOS Y MUERTE
La vida de doña Juana se deterioró progresivamente, como testimoniaron los pocos que consiguieron visitarla. Sobre todo cuando su hija menor, que procuró protegerla frente al despótico trato del marqués de Denia, tuvo que abandonarla para contraer matrimonio con el rey de Portugal. Desde ese momento los episodios depresivos se sucedieron cada vez con más intensidad.
En los últimos años, a la presunta enfermedad mental se unía la física, completamente cierta. Tenía grandes dificultades en las piernas, las cuales finalmente se le paralizaron. Entonces volvió a ser objeto de discusión su indiferencia religiosa, sugiriendo algunos religiosos que podía estar endemoniada. Por ello, su nieto Felipe pidió a un jesuita, el futuro san Francisco de Borja, que la visitara y averiguara qué había de cierto en todo ello. Después de hablar con ella, el jesuita aseguró que las acusaciones carecían de fundamento y que, dado su estado mental, quizá la reina no había sido tratada adecuadamente. Sin embargo en su lecho de muerte se negó a confesarse al serle administrada laextremaunción.1
DESCENDENCIA
Con Felipe el Hermoso tuvo seis hijos:
Leonor (1498 – 1558). Fue reina consorte de Portugal siendo la tercera esposa de Manuel I de Portugal y a la muerte de este contrajo matrimonio con Francisco I de Francia.
Carlos (1500-1558), rey de España, con el nombre de Carlos I, y Sacro Emperador Romano con el nombre de Carlos V y que se casó con Isabel, la hija de Manuel de Portugal.
Isabel (1501 – 1526), reina consorte de Dinamarca y la Unión de Kalmar, esposa de Cristián II.
Fernando (1503 – 1564), Sacro Emperador Romano, con el nombre de Fernando I, al suceder a su hermano Carlos en el puesto tras la decisión de este de dividir el Imperio entre su hermano y su hijo.
María (1505 – 1558), reina consorte de Hungría y Bohemia, esposa de Luis II y a la muerte de este fue Gobernadora de los Países Bajos.
Catalina (1507- 1578), fue reina consorte de Portugal, casada con Juan III, fue abuela del rey Sebastián I de Portugal.
ENLACES




martes, 8 de abril de 2014

Resumen Breve.


Juana I de Castilla, conocida como Juana la Loca, fue reina de Castilla de 1504 a 1555, y de Aragón y Narvarra, desde 1516 hasta 1555, si bien desde 1506 no ejerció ningún poder efectivo y a partir de 1509 vivió encerrada en Tordesillas, primero por orden de su padre Fernando el Católico y después por orden de su hijo el rey Carlos I. Por nacimiento, fue infanta de Castilla y Aragón. Desde joven mostró signos de indiferencia religiosa que su madre trató de mantener en secreto. En 1496 contrajo matrimonio con Felipe el Hermosoarchiduque de Austria,duque de Borgoña y Brabante y conde de Flandes. Tuvo con él seis hijos. Por muerte de sus hermanos Juan e Isabel y de su sobrino Miguel de la Paz, se convirtió en heredera de las coronas de Castilla y de Aragón.

La reina Juana fue la tercera de los hijos de Fernando II de Aragón y de Isabel I de Castilla. El 6 de noviembre de 1479 nació en Toledo y fue bautizada con el nombre del santo patrón de su familia, al igual que su hermano mayor, Juan.
Desde pequeña, recibió la educación propia de una infanta e improbable heredera al trono, basada en la obediencia más que en el gobierno, a diferencia de la exposición pública y las enseñanzas del gobierno requeridos en la instrucción de un príncipe heredero.

Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Juana_I_de_Castilla#Infancia_y_juventud

miércoles, 2 de abril de 2014

Juana después de la muerte de Felipe

Juana I, la reina loca de Tordesillas

El 20 de diciembre de 1506, aproximadamente tres meses después de la muerte de su esposo, doña Juana se personó como era su costumbre en la Cartuja de Miraflores, aunque en esta ocasión no se conformó con ver el cadáver, sino que ordenó a sus servidores que realizaran los preparativos necesarios para trasladar los restos mortales de Felipe a Granada. Nadie fue capaz de negarse a cumplir sus deseos, ya que se temía que un disgusto pudiera adelantar el parto. Así ese mismo día se puso en marcha la comitiva, la cual viajando siempre por la noche llegó a la villa de Torquemada cuatro días más tarde. En Torquemada nació la infanta Catalina el 14 de febrero de 1507 y allí fue donde en un principio Juana decidió esperar a su padre, lejos de las presiones a las que se veía sometida en Burgos. No obstante, sin que sepamos por qué, a mediados del mes de abril la reina decidió partir, llegando el día 21 a Hornillos, donde recibió la noticia de que Fernando el Católico se encontraba de camino a Castilla. Durante esto meses la reina siguió celebrando misas fúnebres en memoria de su esposo. Además se había negado a viajar de día y había dado ordenes para que ninguna mujer se acercara al cadáver de Felipe, al igual que cuando éste vivía.
Finalmente el ansiado encuentro de Juana con su padre se produjo el 29 de agosto de 1507, e la villa de Tórtoles, donde la reina entregó el gobierno de Castilla a éste, que nada pudo hacer por corregir los extraños hábitos que había adquirido su hija, motivo por el cual dio su autorización para que se instalara en Arcos. La reina permaneció en Arcos durante algunos meses, aunque la falta de medios de la villa hizo necesario que su padre la convenciera para trasladarse, siempre de forma provisional a Tordesillas, alojamiento temporal que se convirtió en su última residencia.
Fernando el Católico controló prácticamente sin oposición el poder en Castilla hasta la fecha de su muerte. Mientras su hija Juana pasó a estar bajo la custodia de uno de los colaboradores de su padre, el aragonés Luis Ferrer, el cual se encargó de que la reina quedara completamente aislada del mundo exterior, sin que nada de lo que ocurría en el interior del palacio de Tordesillas trascendiera a la opinión pública. De este modo tan bien hizo su trabajo Ferrer, que apenas disponemos de datos sobre como transcurrió la vida de Juana durante estos años, aunque sabemos que se la prohibió terminantemente salir de su residencia y que su salud mental empeoró considerablemente. Dicho empeoramiento fue aprovechado hábilmente por el gobernador de Castilla, que acompañado de los personajes más importantes del reino visitó a su hija encontrándola en un estado lamentable, ya que ésta se negaba a lavarse, a cambiarse de ropa, dormía en el suelo y frecuentemente se negaba a comer.
Hubo que esperar a que se produjera la muerte del rey Católico para recibir nuevas noticias sobre el estado en que se encontraba la reina de Castilla. Así cuando el cardenal Cisneros asumió el poder, Ferrer tuvo que abandonar su cargo acusado de no haber intentado lograr que Juana se recuperara y de haber abusado de su autoridad. Pero no podemos olvidar que Cisneros conocía de primera mano la situación de doña Juana y aunque no confiaba en que fuera posible que se produjera su curación, con el fin de eliminar las suspicacias que su situación generaba, permitió a diferentes médicos que examinaran el caso de ésta, la cual al parecer tras recibir algunos cuidados experimentó una notable mejoría. No obstante el nuevo gobernador, Hernán Duque de Estrada y de Guzmán, a pesar de que fue más permisivo, en líneas generales cumplió el mismo cometido de su antecesor, ya que Juana permaneció ajena a cualquier acontecimiento acaecido más allá de los muros del palacio y ni siquiera fue informada de que se había producido la muerte de su padre.
La llegada de Carlos I a España en el año 1517 supuso un importante cambio en las condiciones de vida de la reina castellana, ya que su hijo, sobre todo tras el estallido de la sublevación comunera, no sólo se mostró interesado en aislar a su madre, como ya había hecho Cisneros y su abuelo, sino que además debido al modo irregular en que llegó al poder, hizo todo lo posible para que fuera olvidada por todos. Así tras despedir a Hernán Duque de Estrada, nombró como gobernador de la Casa de doña Juana a un hombre de probada lealtad, don Bernardo Sandoval y Rojas, II marqués de Denia, el cual permaneció en este cargo desde el 15 de marzo de 1518 hasta la fecha de su muerte (1536), siendo sucedido por su hijo primogénito, don Luis, el cual utilizó el mismo título que su progenitor. Podemos afirmar que ambos duques ejercieron un control total sobre una Juana cada vez más indefensa, que como única arma recurría al ayuno para rebelarse. No hay duda sobre que nada se hizo porque Juana recuperara la cordura, ya que por el contrario se endurecieron sus condiciones de vida. Así no se la permitía recibir ningún tipo de visitas fuera del ámbito familiar, como tampoco se la dio autorización para que visitara la tumba de su esposo instalada en el convento de Santa Clara, por no mencionar que se llegó al extremo de prohibirla salir de sus aposentos, los cuales tenían que ser constantemente iluminados con velas, ya que no tenían ventanas. Así tan sólo en una ocasión pudo salir Juana del palacio, por causa de un brote de peste que hizo temer por su salud, aunque esta salida fue controlada en todo momento por el marqués de Denia y tan sólo duró unos pocos días.
Mención a parte merece la única oportunidad real que tuvo Juana para sacudirse la autoridad tanto de su carcelero, como de su hijo, en 38 años, que no es otra que el levantamiento comunero, ya que éstos desde el principio se mostraron partidarios de restaurar el poder de la reina legítima. Carlos I había logrado que las cortes castellanas le reconocieran como rey antes de la muerte de su madre, situación claramente irregular, aunque ésta cuando vio por primera vez a su hijo, tras los largos años que habían estado separados, aceptó que este ejerciera el poder en su nombre. Así, aunque en un principio Juana se mostró aliviada tras la huida del marqués de Denia y apoyó verbalmente las aspiraciones de los comuneros, que se instalaron junto a ella en Tordesillas, se negó a firmar cualquier documento que pudiera indisponerla con Carlos V, decisión en la que se mantuvo firme a pesar de las numerosas presiones que se ejercieron sobe ella en este sentido. De este modo nunca más volvió a tener una oportunidad semejante, ya que Carlos V dio ordenes tajantes al marqués de Denia, para que fuera todo lo estricto que fuera necesario, otorgándole para ello libertad absoluta para disponer lo más conveniente en cada momento.
Por último parece importante señalar que la monótona vida que llevó Juana en Tordesillas sólo se vio interrumpida por las escasas visitas que recibió de sus familiares y sobre todo por la marcha de la infanta Catalina, la única de sus hijos que se crió junto a ella y de la que habían intentado separarla en 1518, para que la joven llevara una vida acorde con su posición. Aunque Juana por regla general apenas mostró interés por estas visitas, de las que posiblemente no tenía noticia hasta poco antes de la llegada del personaje en cuestión, podemos atestiguar momentos en los que ésta se alegró sinceramente de ver a sus familiares. Fue evidente la alegría que sintió cuando su hijo Carlos y su hija Leonor la visitaron por primera vez cuando llegaron a España, como también lo fue que disfrutó viendo bailar a sus nietos, el futuro Felipe II y María Manuela de Portugal, cuando estos acudieron a visitarla tras contraer matrimonio. De esta manera también es palpable la indiferencia que le provocó por regla general las visitas de Carlos V y la animadversión que sintió por su nieta Juana de Austria, seguramente por la belleza de ésta, ya que la misoginia acompañó la reina hasta su muerte.http://www.mcnbiografias.com/app-bio/do/show?key=juana-i-reina-de-castilla


lunes, 20 de enero de 2014

Guión de la película "Juana la Loca"

SECUENCIA. 24
INTERIOR. PALACIO BRUSELAS/ SALON. DíA.

La lección de baile que en este momento tiene lugar es una explosión de color y de vida. Predominan los colores cálidos, suntuosos, la música es festiva y al mismo tiempo muy sensual en sus lánguidas cadencias y sus arrebatos. Los atavíos de los cortesanos son ricos, adornados, imaginativos. Un maestro de ceremonia dirige la operación. Cuando los bailarines se equivocan, el baile se interrumpe porque no pueden reprimir la risa. El maestro impone silencio y el ensayo se reanuda.
En medio de esta celebración placentera, se está produciendo algún tipo de aviso. Un hombre fuerte, maduro, con aspecto de guerrero, acaba de entrar en el salón y comunica al señor DE VERE algo que no llegamos a oír.
El señor De Vere se dirige a Juana, entregada al baile en estos momentos. Le dice unas palabras que tampoco oímos, pero que son suficientes para que ella levante los brazos en demanda de silencio. Se detiene la música.

Juana está desconcertada. Algo está pasando, pero nadie le ha dicho nada concreto. Avanza hacia la salida y prácticamente coincide con la entrada de álvaro, cuya actitud es solemne. Y todavía esa solemnidad se ve reforzada por la manera que tiene el capitán de poner rodilla en tierra, bajar la cabeza y quedar sin más a la espera de ser interpelado. Cosa que por fin sucede:

Juana -Bienvenido, capitán... ¿Me traéis noticias de mi madre? ¿Cómo se encuentra?

Unos largos instantes sin que álvaro llegue a responder, ni siquiera a levantar la cabeza. Hay una clara expectación entre los concurrentes, damas y caballeros. Juana se teme lo peor.

Juana-¿No me contestáis?

álvaro -Dejé el castillo de la Mota cuando las campanas doblaban por el alma de la reina Isabel.

Le tiende un pliego a Juana y ella lo desdobla, lo lee por encima, incapaz de concentrar su atención. Lo pliega de nuevo, en silencio, y lo entrega hacia un lado:

Juana-Señor de Vere... Anunciad el luto de la corte.

Hace intención de irse, pero apenas da unos pasos y regresa junto a don álvaro.

Evidentemente necesita hacer alguna demostración hacia él, agradecerle el esfuerzo que ha hecho, reconocer que entre ellos hay algo más que el protocolo. Le pone una mano en el hombro:

Juana-Retiraos, capitán... Necesitáis descanso. Mucho os agradezco el esfuerzo que habéis hecho.

Mira a su alrededor:

Juana-¿Dónde está Felipe?

Elvira -El archiduque no se encontraba bien, señora... Ha salido hace un rato a tomar el aire.

Juana- Estará en el pabellón de caza. Acompañadme.

No sólo doña Elvira la acompaña, sino dos o tres damas más.En tanto se dirigen a la salida, entre el rumor de las gentes, Elvira le va diciendo:

Elvira -¿Sabéis lo que significan esas nuevas? Vos y el archiduque sois los reyes de Castilla.

No responde Juana. En su expresión hay una infinita severidad.

SECUENCIA 25

(SUPRIMIDA)

SECUENCIA 26
EXTERIOR. PABELLóN DE CAZA / FACHADA. DíA.

La pequeña comitiva camina hacia el pabellón de caza, donde se supone que está Felipe. Está lloviendo. Hay cierta oposición por parte de los guardias para dejarlos entrar, pero cuando Juanase da a conocer a cara descubierta le ceden el paso.

Tardíamente el señor De Vere se incorpora a esa pequeña comitiva.

SECUENCIA 27
INT. PABELLóN DE CAZA / VESTíBULO Y ESTANCIAS. DíA.

Un principio de sospecha ha nacido en Juanafrente a la actitud de los guardas de la entrada. Pregunta a Elvira que camina junto a ella:

Juana- ¿Qué pasa?

Elvira -Nada... Guardan el palacio, como siempre.

En el amplio vestíbulo del pabellón, frente a la chimenea encendida, dos oficiales juegan al ajedrez, un enorme mastín a sus pies. La entrada de la Archiduquesa les provoca un inmenso embarazo, estupor, miedo. El mastín se levanta y gruñe amenazadoramente hacia el grupo de mujeres recién aparecido.

Juana- Sujeten a ese perro... ¿Qué pretenden? ¿Que me ataque?

Los hombres no atinan más que, uno ordenar al perro estarse quieto, el otro a tomarlo por el collar. Ahora Juanapregunta con autoridad:

Juana -¿Dónde está el archiduque?

Los hombres, deliberadamente, no contestan.

Juanase vuelve hacia el señor De Vere y repite la pregunta.

Juana -¿Dónde está el archiduque?

De Vere se toma unos segundos antes de responder.

De Vere -¿Será mejor que sigáis ignorándolo, señora.

Juana avanza hacia el pasillo seguida por sus damas y con su propia mano va abriendo violentamente las puertas que encuentra cerradas.

Recintos oscuros. Otros en los que se entrevén armas o monturas, u hombres comiendo y, finalmente, muy pronto porque el ritmo de la búsqueda de Juana es frenético, la imagen de una pareja desnuda que no ha terminado del todo de deshacer su abrazo, sobre una cama rústica.
La mujer es apenas entrevista. Huye con sus ropas por una pequeña puerta próxima. El hombre, clarísimamente es Felipe y no se oculta. Está desnudo, pero emplea toda la parsimonia de este mundo para vestirse.
Juana está al borde del desmayo. Su pecho se mueve agitadamente al ritmo de su respiración.
En cuanto se ha cubierto con un mínimo de ropa, Felipeavanza despacio hacia Juana

Felipe -¿Qué pretendes? ¿Que nos cubramos, tú y yo, de vergöenza? ¿Me espías? ¿Hasta tal punto me faltas al respeto?

Juanahace esfuerzos por recobrar el dominio sobre sí misma.

Juana -Traidor, traidor, traidor. Monstruo. Putañero hijo de puta.

Felipe -Cuidado con lo que dices. Hablas como una mujerzuela. No voy a permitir que me humilles.

Juana -Yo soy la humillada. Yo soy la traicionada. ¡Me siento sucia! ¡Manchada! ¡ Contagiada!

Felipe -Locura... Estás loca... Así de sencillo.

Juana -¡Loca! ¡Siempre loca!

Se acerca a él para decir, con violencia:

Juana -Debe ser locura amar a un ser tan despreciable como tú... ¿Quién era ésa?

Por la expresión de Felipees evidente que no piensa responder a esa pregunta.
Juanase echa sobre la cama husmeando como una perra. Desde esa postura casi felina, le lanza una terrible mirada a su marido:

Juana -Tengo que saber quién es esa puta.

Se yergue y sale de la estancia seguida por sus damas.
El señor De Vrere queda frente a Felipe

De Vere -Señor..., dadas las circunstancias debo ser yo quien os dé la nueva... Ha muerto la reina Isabel.

Felipevive un momento de desconcierto. Son demasiadas cosas en tan breve espacio de tiempo. De Vere se acerca a él:

De Vere -La archiduquesa es ahora la reina Juana de Castilla, y vos el rey consorte. Alegraos.

Felipesonríe con tristeza. Felipesigue haciendo intentos por completar su vestimenta.
Se oyen, provenientes del exterior, unos gritos de Juana

Juana - (Off) ¡Apartaos! ¡Dejadme en paz! ¡Todos lo habéis visto! ¡Mi madre ha muerto! ¡Mi marido me engaña!

SECUENCIA 27a
EXTERIOR. ENTRADA PABELLóN DE CAZA / PATIO DE ARMAS. DíA

Llueve. Asoma De Vere por la puerta que da al patio de armas y adoptamos su punto de vista.

SECUENCIA 27b
EXT. PALACIO BRUSELAS/ PATIO DE ARMAS. DíA

Juana, bajo la lluvia, sin protección de ningún tipo, abre los brazos y recibe el agua que cae sobre ella, sin inmutarse, rechazando la capa que le ofrece una de sus damas.

Juana - (grita una y otra vez) ¡Quiero que se entere todo el mundo! ¡Mi madre ha muerto! ¡Mi marido me engaña!

Avanza a grandes pasos como si se dirigiese a algún sitio para detenerse poco después y volver a gritar:

Juana -¡Nada de eso es verdad! ¡Imaginaciones! ¡Antojos! ¡Antojos de Juana la loca! Porque estoy loca...

Se enfrenta a unos guardas que se mantienen discretamente a cierta distancia:

Juana -¿No es verdad que estoy loca?

Una de sus damas insiste en cubrirla con una capa, pero de nuevo Juana lo rechaza.
Se aleja hacia el centro de la plaza, insistiendo:

Juana -¡Loca, loca, loca... estoy loca!


"Nadie puede dudar de la cordura de "Juana la Loca"



Tanto Celos como Locura de amor (sus dos últimos filmes) toman como detonante el estado emocional de los celos, pero Vicente Aranda asegura que con la historia que tiene entre manos inicia una nueva etapa en su carrera: “Sería absurdo seguir hablando de mi niñez. Creo que a mi edad me corresponde entrar en el didactismo cinematográfico, como hizo Rossellini”. Este didactismo, muy cerca del documental histórico, se concreta en Locura de amor, película que se centra en uno de los espisodios regios más apasionantes y apasionados de la historia española: la tormentosa relación de amor y odio entre Felipe el Hermoso y Juana la Loca, con el telón de fondo de las rencillas políticas entre flamencos y españoles.