Este blog lo hemos dedicado a una de las parejas más polémica y conocida de España, Juana I de Castilla (Llamada la loca) y su marido Felipe el Hermoso. Con este blog os podréis informar de su historia, de su vida. Además de adaptaciones al cine o a la televisión, libros, vídeos etc..

lunes, 5 de mayo de 2014

¿Estaba Juana realmente loca?

Si usted cree que esto de las conspiranoias es un invento de Internet se equivoca, en realidad la conspiranoia fue un invento mediático de la época de Felipe II y sus múltiples enemigos que inventaron aquello de “la leyenda negra” y que ha llegado hasta nuestros días con versiones ligeramente retocadas.

Una de las ideas conspiranoicas que mejores resultados ha dado al cine, a la novela, al ensayo y al imaginario popular es el destino de Juana I de Castilla conocida como “la loca” o también como “la de de Tordesillas” pues aquella villa fue su lugar de encierro durante 47 años, casi nada. Lo que todo el mundo sabe es que Juana se casó a los 16 años con Felipe el hermoso, un galán de película y austriaco para más señas, padre de una larga y desgraciada saga de reyes hispanos, un tipo algo montaraz que era conocido como “el hermoso” precisamente por su belleza varonil aunque la Juana no le andaba retrasada en belleza según dicen los cronistas. Al conocerse en Gante después de un accidentado viaje donde la princesa perdió todo su ajuar por el naufragio de algunas de sus naves se sintieron tan atraídos el uno por el otro que se casaron inmediatamente, quizá por aquello del extravío del ajuar. Lo cierto es que dio la impresión a todo el mundo que querían consumar el matrimonio “aquí te pillo aquí te mato”. Ni esperar pudieron a los boatos palaciegos cegados como estaban por la presencia del hermosura del otro, ni a aplazar aquella lujuria explosiva siempre mal vista entre dos jóvenes príncipes, Así eran ambos de impulsivos.

El caso es que Juana parece que le cogió gusto al “guaperas” asignado y no paraba de atosigarlo continuamente con sus exigencias eróticas, de modo que logró poco a poco aburrir al noble caballero que pro otra parte era un truhán aparte de ser un señor. Y comenzaron los celos y las escenas de celos, las persecuciones, espionajes y portazos seguidas de más y más demandas de sexo.

Lo cierto es que existen dos interpretaciones sobre la locura de Juana, la primera es la suposición de que Juana no estaba loca sino algo que era algo así como una víctima del machismo implacable no sólo de su marido sino de aquella época donde las mujeres pintaban muy poco. De esta sensibilidad es esta película española (de Vicente Aranda) reciente sobre el tema, aunque los múltiples pasajes y escenas que se muestran en ella son veraces la atmósfera de la misma permite entender -en clave ginecocéntrica, tan actual- que en realidad la reina no estaba loca sino emocionalmente perturbada por su amor y celos -bien fundados- hacia su esposo Felipe, llamado el Hermoso.

Según esta versión la locura de Juana tendría un origen pasional, “una locura de amor” al decir novelesco que más ha fructificado en la literatura. Su disadaptación procedería de una especie de estado emocional alterado por la pasión que sentía por su esposo y la decepción que éste le procuraba. No cabe duda de que esta idea cuenta con muchos partidarios y es en realidad la más poética y la más favorable a la ideología de género.

Pero es falsa.


Y lo es porque enloquecer de amor no es  una posibilidad. Antes al contrario es posible que ciertas personas se enamoren apasionada u obsesivamente por sus parejas movidos por su patología mental. Tampoco es posible enloquecer de celos, más bien parece que la celotipia de Juana era la expresión de su patología que ahora veremos mas en detalle. Baste con recordar que su madre Isabel I era también muy celosa (y con razones bien fundadas) y sin embargo no padecía ninguna celotipia. Ser celosa no le impidió gestos de generosidad con los hijos bastardos de su esposo y con su antigua amante catalana. Por otra parte es obvio que sus celos no interfirieron en su gobierno ni en su vida cotidiana, sufriría por ellos pero no había psicopatología alguna.

Todo lo contrario sucedió a Juana, sus continuos ataques de celos la llevaban a exigir que su marido viajara siempre con hombres y que ni a ella misma acompañara ninguna mujer en sus viajes, se aseguraba así mediante este mecanismo de descarte cualquier infidelidad. Los celos de Juana la impulsaban a actuar coherentemente con ellos, los celos normales de su madre no la llevaron a actuar. Esa es la diferencia entre los celos normales de las celotipias.

Naturalmente la hipótesis pasional tiene una contrapartida: la monomanía. ¿Era Juana una ninfómana?

Lo cierto es que la ninfomanía no existe aunque Lars Von Trier acabe de hacer una película sobre el tema de los “furores uterinos”, casi siempre de mujeres. Algo que tiene mas que ver con el imaginario masculino (la mujer devoradora de hombres) que de la realidad clínica. La idea se le ocurrió a Esquirol para el que existirían pasiones monotemáticas, siendo la ninfomanía una de ellas. Hoy la psiquiatría no admite esas pasiones de un solo tema y tienden a encuadrarlas en otras categorías abarcadoras. Por ejemplo hoy podemos hablar de promiscuidad en el contexto de un trastorno de personalidad donde la impulsividad sea el eje de torsión, tal y como vemos en el TLP (trastorno limite de la personalidad), pero el lugar común de estos “furores” eróticos es sin duda el estado maniaco por la desinhibición que procura. Hoy no hablaríamos pues de ninfomanía sino de estado maníaco.

Tanto Alonso Fernandez como Vallejo Najera, entre nosotros han escrito sobre la locura de Juana y han concluido que padeció una esquizofrenia. Llama la atención que hayan pasado por alto tanto los episodios maniacos de la reina (que nunca reinó) como sus episodios depresivos con claros matices estuporosos y psicóticos (es decir melancólicos). Me parece mejor documentada esta historia colgada en la web y que se debe a Beatriz Quintanilla.

Tal olvido de claros síntomas afectivos con los que la princesa debutó (aun antes de casarse con Felipe), señalan ante dos cuestiones: 1) la dificultad de emitir un diagnostico en clave histórica y 2) la dificultad que dos psiquiatras aun hoy  se pongan de acuerdo en un diagnostico.

El paradigma clínico y el histórico funden muy mal pues hay que basarse sobre todo en documentos históricos. Y un documento histórico no es una historia clínica sino observaciones de personas que no son exactamente médicos, ni conocen la terminología medica o psiquiátrica. No hay que decir que en aquella época no existía tal terminología y hemos de basarnos en descripciones de la conducta, algunas de ellas muy rigurosas, sobre todo después del encierro de Juana en Tordesillas donde permanecería recluida durante 47 años.

Claro que los informes durante su reclusión tienen poco interés psiquiátrico porque hoy sabemos gracias a Goffman que la reclusión por si misma es causa de patología mental y si a ello unimos el hecho del déficit cognitivo que las enfermedades mentales desarrollan sean esquizofrénicas o maniaco-depresivas, tenemos servido un cuadro clínico complejo, deteriorante y agravado por la muerte del rey Felipe y la negación de la misma y sobre todo por aquella reclusión forzada en Tordesillas que si bien aseguró su salud física (a juzgar por su supervivencia en aquel lugar), empeoró y empobreció su vida mental hasta el punto de que reconocidos psiquiatras llegan a la conclusión de que Juana tenia una esquizofrenia.

Una cuestión curiosa de las enfermedades mentales es que la cronicidad las iguala. No importa como se llegue a ese estado que llamamos cronicidad, una vez dentro, todas las cronicidades son iguales y mas parecidas entre sí, si además existe encierro y aislamiento.

Este parece ser el sesgo que llevó a Vallejo Najera y a Alonso Fernandez a catalogar a “la Loca” como esquizofrénica, quizá movidos por el “defecto” que presentó en sus últimos años en Tordesillas y a pesar de no haber presentado nunca síntomas de primer orden esquizofrénico, llegaron a ese diagnóstico forzados por el evidente tinte psicótico de sus síntomas. Pero minusvaloraron sus sintomas afectivos (mania y depresión).

Claro que también es posible que el diagnostico de trastorno esquizoafectivoaun no se hubiera abierto paso en los manuales de Psiquiatría. Se trata de algo bastante reciente: la coexistencia de síntomas psicóticos de la serieesquizo-like con la evolución típica (cíclica) de la psicosis maniaco-depresiva.

Mi conclusión es que Juana la loca estaba realmente loca y no fue una víctima del “machismo” de su época, ni sufrió un trastorno emocional causado por lo celos sino un trastorno esquizo-afectivo heredado de su abuela materna que curiosamente también sufrió reclusión y presentó un cuadro bastante similar negándose a admitir la muerte de sus seres queridos.